Comencé el verano pasado en Florencia, allí compré todo tipo de papeles artesanales, entré en un taller donde me explicaron la técnica del papel pintado a mano y me impregné del color de los pigmentos y del cielo azul sobre la catedral de Santa Mª dei Fiori.
En Viena, en el barrio latino, a 10 grados bajo cero, comencé a mezclar la ilustración con la pintura, pensé en la textura del mar y me llevé un trozo de océano para mí.
De Berlín, hace ya más de cuatro años, rescaté un libro de peces que había comprado en la librería de la Gemalde Galerie y del sur, de un pequeño y perdido pueblo costero testigo de mi primer año de vida, me reencontré con mi gusto por lo pequeño e insignificante(a pesar de significarlo todo). Y, aunque no de allí, busqué otras piedras por las playas de La Azohía(hermoso lugar testigo de hermosos besos)
...y así, de aquí y de allá comencé a crear otro mundo...un mundo que se encuentra entre la realidad y la fantasía, en un punto perdido del océano donde me encuentro desde hace un tiempo (un delicioso e inigualable tiempo)
Pensaba que iba sola pero, a veces, casi siempre, me acompaña. Como una sombra, como un recuerdo que no alcanzo a definir, camina tras mis pasos. Se acerca tanto que parece que llegara a tocarme, pero nunca lo hace, ni siquiera existe, eso sólo una triste y vulgar sombra.
La noche era una llama,
Me gusta su transparencia, siempre veo en ellos un océano lleno de matices de color. A menudo los busco esperando encontrar en ellos una plenitud única que siempre encuentro. Descanso cuando te observo y casi no parpadeo por no desperdiciar un segundo de esa belleza azul.
La primera vez que la observó estaba sumergida en un océano, pensando que había tocado fondo, pensando que tenía el castigo de litros y litros de agua sobre su cuerpo, pensando que no había salida y que sólo cabía esperar a que el aire de sus pulmones se fuese acabando...
"Estas noches te espero, mirando al sol. ¡Venga valiente, salta por la ventana!"
La conocí en un "septiembre lejano" y me trajo a la memoria un recuerdo, de hacía algún tiempo, en el que la tristeza me miraba fijamente a los ojos. 
Flotar, una vez más...despegándome de esta tierra que a veces araña. Elevarse...traspasar las nubes y comerse el aire... seguir subiendo y seguir volando.
No me hace falta la luna
Comencé el verano pasado en Florencia, allí compré todo tipo de papeles artesanales, entré en un taller donde me explicaron la técnica del papel pintado a mano y me impregné del color de los pigmentos y del cielo azul sobre la catedral de Santa Mª dei Fiori.
